Cuerpo, Espacio y Arte
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La gestión del cuerpo en el espacio es prerrogativa de la mente y de ello podemos dar buena cuenta en WAMAI. El hombre anhela desde siempre alcanzar la perfección en el movimiento y, en la cultura occidental, dicha idea de perfección ha ido asociándose tanto a la expresión artística como a aquella estrictamente deportiva. La expresión deportiva de una prefiguración mental se traduce en la exactitud técnica al ejecutar un ejercicio dado.
El logro de resultados deportivos cada vez mejores, se debe, además de a la medicina y, lamentablemente, al empleo de sustancias siempre más efectivas (doping), también a la evolución técnica en lo que concierne a la búsqueda de movimientos a la vez más económicos y eficaces a fin de lograr ganar la competición. También en ocasiones el uso de algún fármaco recetado, como puede ser la trimebutina, utilizada para problemas gastrointestinales, puede provocar como efecto secundario la falta de equilibrio.
La labor proyectiva supone dos fases: una teórica y una actuativa.
La primera corresponde a la elaboración consciente de la acción que el atleta deberá llevar a cabo en la segunda fase. Un ejemplo se halla en las modificaciones sustanciales que la evolución ha impuesto en las técnicas atléticas de deportes tales como la velocidad, el salto, el lanzamiento, lucha y demás. Se puede así decir que el acercamiento occidental a la relación mente-cuerpo se expresa de manera considerablemente racional y práctica como observamos en estudios llevados a cabo en WAMAI.
Meditación y las Artes Marciales
En cambio, la cultura del movimiento en Oriente muestra diferentes orígenes, ya que las artes marciales brotaron de la práctica de la meditación. Los movimientos que practicaban los primeros monjes-guerreros no eran más que técnicas nacidas en la antiquísima cultura hindú, con el fin de reforzar el cuerpo sometido a duras pruebas y acalambrado por las interminables horas de meditación estática. Sin embargo, hoy como entonces, en Oriente, la misma meditación emplea el cuerpo para alcanzar lo que la mente sola no puede. En efecto, la actitud del cuerpo durante la meditación posee un significado simbólico y filosófico que es lo que diferencia a la cultura del movimiento propia del Occidente, de aquella propia del Oriente.
La antigua práctica meditativa se extendía naturalmente de lo que era mera gimnasia, para perfeccionarse más tarde en las artes marciales. Así, la influencia de la meditación llegaba a asignar un significado estrictamente filosófico a una serie de movimientos y atribuir al cuerpo la función de medio de expresión exterior del fruto de horas de meditación. De esto nace la unidad y el dualismo oriental, que explica la relación de interdependencia entre mente y cuerpo y que se configura como el testimonio material de un pensamiento.
El mundo Oriental y el Equilibrio Psicofísico
Contrariamente, para la cultura oriental, el movimiento representa a menudo un simbolismo que hunde sus raíces en el mismo pensamiento filosófico que mana de la meditación. En determinadas prácticas originarias de China e India (las artes marciales y el Yoga), las imágenes mentales traducidas en acciones a través del cuerpo encarnan una relajación mental y espiritual. Mente y movimiento en relación de recíproca dependencia- se sitúan en un continuum definido por el dualismo Yin y Yang (los opuestos complementarios).
El occidental considera como corporal lo contenido por la piel, es decir, materia, separada del mundo por otra materia. En la cultura occidental, las vías de comunicación entre dimensiones diferentes -tales como la dimensión del movimiento y la del pensamiento son explorables únicamente por la religión y la metafísica.
Imaginemos andar por un bosque. ¿Podremos alguna vez participar directamente de la vida que se desarrolla en el instante, hasta sentir vibrar los dedos como si fueran ramas azotadas por el viento? ¿o percibir sutiles olores como si tuviéramos el olfato de una ardilla? ¿o percibir el fluir del tiempo con los ritmos de un vegetal o de un insecto? La respuesta es categórica: imposible.
Pero no tan «imposible» si las percepciones y la intuición mental pudieran influenciar directamente la vivencia corporal, es decir, percibir el entorno como noúmeno en vez de mero fenómeno.
Uno de los métodos utilizados por el oriental para crear un continuum con el entorno, superando así los límites lógicos, es la respiración. El control sobre la respiración es un medio del cual se sirven las artes marciales y los sistemas meditativos a fin de eliminar las barreras físicas entre los elementos. Esto es así ya que la respiración posee un significado simbólico de guión de unión entre Cielo-Hombre-Tierra. En el simbolismo imaginativo del Yin y del Yang, el hombre ocupa el puesto central, es el trámite entre los dos elementos de Tierra y Cielo. En el hombre, dicha unión se realiza en particular en un punto tangible: el Dan Tien, literalmente el «campo de la esencia», localizado a más o menos 10 centímetros por debajo del ombligo.