Competiciones: La medicina de los males de las disciplinas marciales
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En el mundo de las Artes Marciales basta con pronunciar la palabra competición para que se posicionen los llamados tradicionalistas, que inmediatamente comenzarán a desgranar una interminable relación de efectos nefastos que las competiciones traen consigo. Y en la mayoría de los casos tienen razón, sin embargo a veces se minimizan las virtudes de la competición y que en WAMAI potenciamos desde hace años. Podríamos resaltar alguna de ellas, pues creemos firmemente que las competiciones podrían ser una eficaz medicina para muchos de los males que aquejan a algunas disciplinas marciales.
Desde el principio de la historia de la raza humana, el motor del progreso, en todos los campos ha sido la ambición, palabra que al igual que ocurre con “competición” suele llevar asociado un significado peyorativo. Pero el deseo de superar a nuestros vecinos, a nuestros iguales, de destacar por encima de la multitud, el deseo de hacer algo mejor, de llegar donde nadie antes, el lema olímpico “Mas alto, más fuerte, más rápido”, ha empujado al ser humano hacia adelante en una continua lucha por mejorarse a sí mismo. Y los logros han sido espectaculares (en WAMAI podemos dar buena cuenta de ello) ya que podríamos mencionar por ejemplo, la llegada a la luna como uno de los más llamativos. De hecho, es probable que sin el rasgo de la “ambición” en la raza humana, la Civilización como tal ni siquiera existiese.
¿Perder o Ganar? Lo importante es darlo todo
Centrados en las Artes Marciales, el deseo de superar a quienes les rodean, en las técnicas de la lucha física es la base de dichas artes en sí mismas. Uno aprende a pelear para poder vencer a sus adversarios, sean éstos quienes sean. Los diversos estilos de lucha se diseñaron con el objetivo claro de derrotar a otros seres humanos. Hasta hace poco dichos estilos eran puestos en práctica en los conflictos bélicos o bien en los retos entre individuos. Y si algo tenían de bueno los retos de antaño era su función de llevar a cabo una especie de selección natural, permitiendo que los más capacitados se situasen en la cima de la pirámide marcial.
Hoy en día los retos casi han desaparecido. Vivimos en un momento en que cientos de a sí llamados “maestros”, proclaman a voz en grito que su estilo y que su escuela es la mejor. Afirman ser los herederos, los conocedores de ancestrales técnicas que les permiten realizar auténticas proezas. Verbalmente, por supuesto. El resultado es que la voz de quienes poseen auténtica calidad pasa desapercibida en medio del barullo reinante. Imaginen a dos nadadores que disputasen interminablemente acerca de cuál de los dos es más rápido. Uno argumentaría que su brazada es más potente y el otro que su elegante estilo le permitiría deslizarse con mayor facilidad por el agua. Cualquiera que los escuchase, pronto se hartaría de oírles y les propondría que la manera más sencilla de zanjar la cuestión sería lanzarse al agua y ver quién llega antes a la meta. Algo similar sucede con muchas Artes Marciales actuales.
Para qué sirve competir
Obviamente la solución más fácil para toda esta disputa del tipo “mi escuela es mejor que la tuya” es enfrentarse en una competición. Que al fin y al cabo no es otra cosa que un reto civilizado. Un enfrentamiento, con unas reglas mínimas acordadas mutuamente, en el que cada uno probará hasta dónde es capaz de llegar. Esto dejará en evidencia rápidamente a quien meramente fanfarroneaba y pondrá de manifiesto quién posee un bagaje de técnicas y conocimientos sólidos.
Pero hay un par de ventajas más. Por una parte, al establecer unas reglas de común acuerdo entre los participantes, se decide cuál es el criterio para evaluar la calidad. Esto es importante ya que permitirá establecer de una vez por todas cuáles son los mínimos que tiene que cumplir quien pretenda tener un alto nivel en su arte. Se zanjaría así y de una vez por todas el problema de que aparezca cualquier advenedizo haciendo los movimientos más estrafalarios y alegando que “se trata del estilo antiquísimo que su maestro le enseñó, a él exclusivamente”. No debería ser difícil establecer los parámetros dentro de los que debe moverse cualquier practicante serio.
Ventajas hay muchas, aquí van las más importantes
Y por otro lado, la competición estimula a los que en ella participan a mejorar. Al verse enfrentados con la realidad muchos practicantes pueden refinar técnicas que funcionan en el gimnasio, pero no en la práctica. Sin adversarios que nos empujen a ir más allá y a superar nuestros límites, el progreso resulta mucho más difícil. El nivel adquirido por un competidor serio que haya tomado parte en varias ediciones será tal, que difícilmente podría adquirirlo de ningún otro modo.
Por último, una competición es una especie de “feria de muestras” en la que es posible observar con espíritu crítico a una gran variedad de especialistas y maestros, de la que todos, participantes y espectadores salen enriquecidos.
Por todo lo anterior sería interesante empezar ya mismo a determinar cómo podrían organizarse estas competiciones de la disciplina que sea. Los beneficios en este caso compensarán ampliamente los inconvenientes.