Un tema que siempre ha despertado curiosidad y cierto misterio, y que en WAMAI no queremos obviar, es el Ki que podemos traducir o representar como corazón, energía, fuerza… palabras con las que intentamos clasificar, definir algo que quizás no encontremos nunca. El concepto de ki (Chi para los chinos) encierra para nosotros, los occidentales, un mito místico, mágico, misterioso. Algo desconocido para la inmensa mayoría. Algo parejo al «do», ese camino que todos deseamos encontrar y siempre nos falta ese poquito para llegar a él.
Por el contrario, para japoneses y demás orientales, el ki no encierra nada extraño. Nacen y crecen con él en su interior. Es algo que albergan en su cultura desde tiempos ancestrales. Podemos resultar cómicos preguntándoles (algo que ellos nunca harían por el respeto que tienen hacia nosotros, reírse de nuestra «incultura») pero sería como si ellos preguntaran qué es la pasión latina. No sabríamos explicárselo, lo llevamos dentro.
El ki se ha intentado explicar desde occidente a partir de temas médicos, bio-mecánicos… intentando quitarle ese encanto de cuento de niños y por tanto, desde WAMAI deseamos profundizar un poco más en ello.
El Ki físico (si existe físicamente) se encuentra en el hara, un punto de equilibrio situado por debajo del ombligo, lo que en occidente llamaríamos el centro de gravedad de los cuerpos. Este es el punto central en Aikido: la respiración abdominal. Este tema tendríamos que tratarlo en capítulo aparte, el hara, por su complicidad y extensión. Al no ser el Ki un músculo, no se puede trabajar de forma física. Hay que encontrarlo, poco a poco y disfrutar de él en el momento que encontramos el camino.
El problema principal con el que nos enfrentamos en occidente es, ha sido y será, la separación que hemos hecho a lo largo de miles de años entre cuerpo y mente. Pero, ¿realmente es un problema educacional o nacemos así? Quizás tengamos en occidente el temor de profundizar en el estudio del Ki viéndolo como algo relacionado con las filosofías japonesas del Zen y nos haga pensar en sectas o religiones opuestas y misteriosas para nosotros criados en el catolicismo cristiano. No existe tal «peligro». O’Sensei Ueshiba no creó el Aikido para una religión, un pueblo o una opción política. Su idea se basaba en aportar algo tan importante y preciado a toda la humanidad.
Existen dos tipos de Ki: suave y duro. El primero lo encontramos en el Aikido: corta, y con su forma circular, suavemente, dirige su energía sin dañar. El duro, utilizado en otras Artes Marciales, penetra, rompe, destruye. En Karate, por ejemplo, se intenta visualizar el ataque más allá del objetivo, relajando el músculo hasta el impacto final, el llamado Kime. Mientras en Aikido se conduce al atacante, en otras Artes como en el Mugendo se le «destruye».